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Tiempo de Motores Web

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Adiós a un grande


Llegando al Taraborelli se lo veía caminando por sus boxes, su vos pausada y el comentario pícaro hacia su amigo y compañero de sus últimos  momentos A. Di Luca dos amigos de este mundo del automovilismo que nos permitió conocer con el tiempo de concurrir al circuitoDSC_0234

La vida terrenal “del viejo” Difonzo se apagó ayer a los 82 años, pero su obra en el automovilismo será eterna; y su recuerdo permanente. Muchos dicen que sólo alguien muere cuando deja de ser recordado. Y este no será el caso de Nelson, todo lo que construyó con y desde los motores, además de sus lasos familiares, permanecerán siempre vigentes. Por estas horas los motores no rugen, se han llamado a un silencio profundo, conmovedor, que honra la memoria de un verdadero grande de la mecánica. Siendo Difonzo un habitual visitante a la Redacción de La Voz del Pueblo, nuestra relación fue cobrando fuerza y calidez con el correr de los años; siempre agarraba una silla, se sentaba a mi lado y rápidamente fluían los comentarios del automovilismo.

Un día llegó y con su habitual gesto firme, algo irónico pero pícaro, me dijo: “Ipiña, quiero que me haga una nota; me gustaría contar mi historia en el automovilismo. Y tengo varias cosas para decir, ¿no le parece? La propuesta me conmovió y me movilizó. “Cuando usted quiera”, respondí.

Pero la enfermedad ya lo tenía a mal traer; hacía un buen tiempo que venía dándole una feróz y dura lucha. “Cuando me encuentre bien de ánimo la hacemos”, me acotó. Cada vez que nos cruzábamos, ambos sabíamos que teníamos una promesa pendiente, la cual no pudimos cumplir… Y así me quedé con las ganas que se reflejaran un montón de cosas increíbles que Difonzo tenía para contarle nuestros lectores.

Nelson fue un preparador de alto nivel, exquisito. Arrancó como ayudante en algún taller y llegó a desarrollar los potentes unidades de Turismo Carretera. Quien, medianamente ligado a este deporte no recuerda el “Dodge de Tres Arroyos”, que tripularon Diego Vassolo, Angel Di Nezio, el recordado Silvio Oltra (que fue tercero en el Gálvez), Cacho Fangio y Walter Hernández, entre otros. O el Ford Falcon que condujeron también Di Nezio, Oltra, Hernández y Pastorino, de Copetonas.

Era como un éxtasis que Difonzo nos contara cosas del TC, sus vivencias, que detallara las peripecias que hacían por aquellos tiempos. El siempre con una palabra segura comentaba, lo disfrutaba, se le veía que era su vida. Y con orgullo, pero también con mucha modestia, me confesaba el respeto que se había ganado por los grandes preparadores como el Polaco Herceg, Perdersoli, Wilke, y tantos otros.

Y aquí quiero hacer una confesión; por la rivalidad lógica aunque muchas veces tonta que debe existir en el deporte, a Difonzo se lo trató de enfrentar con el Cordobés, Rosendo Pedro, preparador de Eduardo Marcos. Pero muy lejos de esa situación, Nelson siempre habló bien de su colega, reconoció su obra y cuando lo llamé para que me nutriera de datos para la necrológica que me tocó escribir de Pedro, sólo tuvo palabras de grandeza hacia el amigo que se iba.

El automovilismo zonal le debe una gran parte de su vida y trayectoria. Cuántas veces fue el asesor técnico o la palabra sagrada para armar un reglamento, establecer parámetros, introducir innovaciones, armar los mejores motores del parque y tantas otras cosas.

Nunca se lo pregunté, pero entre la gran cantidad de motores con los cuales llegó al título, estimo que el de Mar y Sierras obtenido con el Loco Edgardo Lavari y aquel recordado Soprana, allá por 1975, junto al logrado por Diego Ricardo Vassolo en la misma categoría en 1979, deben haber sido los que más disfrutó. Pero las coronas sumadas fueron varias; la colaboración a grandes pilotos fue inagotable; como lo fue su aplicación en cada planta motriz, la cual consideraba una obra única y sobre la cual no podía haber algo mal hecho.

Al respecto, el propio Lavari me confesó: “Difonzo era una persona muy aplicada, extremadamente inteligente y un poco cascarrabia; pero él dejaba todo por conseguir el mejor funcionamiento de un motor. Aquel que me armó y con el que fuimos campeones en Mar y Sierras, fue el único motor que yo pude acelerar a pleno en toda mi carrera; ningún otro, salvo cuando corrí en Daytona, me entregó tanta potencia”, aseguró un experto detrás del volante como Lavari.

Y como si hubiese hecho poco en su vida, Difonzo fundó junto a Néstor Marchi, uno de los talleres de rectificación más importantes de la ciudad. La sabiduría de ambos, los cuales pese a ser socios e íntimos amigos, siempre se trataron de Usted, le aseguraba al usuario salir con un “auto nuevo” del taller de la ruta 228.

El perfil restante de esta gran y activa vida que tuvo Nelson fue el dirigencial. Durante muchos años fue presidente del Moto Club Tres Arroyos, durante su mandato se concretó la obra del asfaltado del trazado “Segundo Taraborelli”, allá por Mayo de 1997 y que posibilitó que llegara una categoría de nivel nacional como el Top Race, a fines de siglo pasado. El proyecto del asfalto y un crédito solicitado al Banco Provincia le demandó un gran desgaste; responsable y comprometido con sus promesas, siguió al frente del club hasta que dicho préstamo fuese cancelado y que, además, tenía a su persona como garante.

Siempre fue un hombre al cual le gustaba debatir y encontrar las verdades o lógicas de los temas; muchas veces intentó asesorarme para que en algún artículo propusiera cosas beneficiosas para las zonales. Después de haber dado un paso al costado, nunca dejó de valorar el trabajo de la CD que lo sucedió; siempre destacó la organización y grupo de trabajo que se había armado y que le había permitido crecer tanto a su querido Moto Club.

Parece raro todo esto, me siento extraño; pero esta profesión me obliga y me regala la posibilidad de escribir algo tan doloroso, aunque a la vez siento una marcada alegría por poder expresar, humildemente y sólo en una pequeña parte, todo lo que hizo Nelson Difonzo por el automovilismo.

Que en paz descanse Difonzo, su obra en la tierra viajó siempre a la misma velocidad y eficacia que Usted le imprimió a sus motores…

Fuente :Jorge López de Ipiña

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